Hubo un momento en mi vida en que sentí que debía comenzar de nuevo. Había cumplido muchos de mis roles —madre, profesional, amiga—, pero algo dentro de mí me decía que aún quedaba mucho por crear. No quería solo “seguir ocupada”; quería sentirme viva, útil y con propósito. Ese fue mi desafío: atreverme a reinventarme cuando muchos pensaban que ya estaba todo dicho.
Mis aprendizajes previos
Viví muchos años en la Quinta Región, donde desarrollé gran parte de mi vida profesional. Como periodista trabajé en el Congreso Nacional, una experiencia que me permitió conocer de cerca el valor del servicio público y la importancia de la comunicación humana.
Más tarde, incursioné en el mundo de los seguros, donde desempeñé distintos cargos: agente, jefa de ventas, capacitadora y encargada del área externa de corredores. Fue una etapa intensa y formativa, en la que aprendí sobre liderazgo, empatía y resiliencia.
El salto a un nuevo comienzo
Con los años, sentí la necesidad de un nuevo comienzo y decidí mudarme a Santiago. Ese cambio de ciudad marcó el inicio de una nueva etapa: ingresar al mundo inmobiliario.
No venía de ese rubro, pero sí con la intuición de que detrás de cada propiedad había una historia humana. Siempre he estado conectada con la tecnología, así que esa parte fue fácil para mí. Lo realmente importante fue descubrir cómo poner al servicio de otros mi experiencia, mi sensibilidad y mi forma de mirar el mundo.
La chispa del propósito
La chispa que cambió todo fue entender que mi historia y mis vivencias eran justamente mi mayor valor. Que las personas no solo buscan a alguien que venda una casa, sino a alguien que las escuche, las acompañe y las comprenda en uno de los momentos más importantes de su vida.
Me atreví: fui al lugar donde quería trabajar, toqué la puerta… y aquí estoy.
Aprendí que reinventarse no tiene edad. Que cuando el corazón está alineado con lo que hacemos, la energía, la pasión y la confianza florecen de nuevo. Hoy, cada vez que acompaño a una familia a encontrar su nuevo hogar, siento que también estoy construyendo el mío: uno hecho de propósito, empatía y gratitud.
Mi consejo
Nunca es tarde para comenzar una nueva etapa. Si hay algo que te entusiasma o te inspira, aunque dé miedo, hazlo igual. La vida se vuelve más plena cuando seguimos el llamado de nuestra alma, incluso cuando llega en la segunda mitad del camino.